"[Mongol General]: We have won again. That is good! But what is best in life?A los 12 años, mas o menos, le solté a mi madre una idea que se me había metido en la cabeza. Ella me respondió "¡Sobre mi cadáver!" y yo le respondí "¡Trato hecho!".
[Mongol Warrior]: The open steppe, fleet horse, falcon on your wrist, wind in your hair!"
Conan the Barbarian (1982)
La idea no se me quitó, y tarde que temprano ella reconoció que no podría ser "sobre su cadaver" sino que tendría que acceder. Igual, accediera o no, yo desde los 12 siempre quise tener una moto; y no cualquier moto... Yo quería, quise y sigo queriendo una pandillera.
Así, en diciembre, mi primera inversión importante sacada a partir de "la fecunda labor" fue comprarme una moto. Así me hice de mi pandillera. Hoy tiene ya 3 meses y medio y hace media hora recorrió el kilómetro 3000.
Nueva, de paquete, sacada de la agencia. Una Jialing JH150E... plateada o gris según se vea; porque no tenían negras en el momento, pero ahora me alegro de no haberla comprado negra. Cuando la compré no había manejado mas que unos 400 metros en una moto prestada unos 15 días antes. Sin saber manejar, ni teniendo absolutamente nada de cultura de motos pues nadie en mi familia ni mis amigos ha tenido nunca un aparato de esos; me embarqué a comprarla.
"Una moto cambia la vida" dice un anuncio de un bamco por ahí, y bien cierto que es. Tiene ciertas cosas parecidas a andar en bicicleta, cosas que recuerdo de aquellos 8 años de madrugar domingos para dar vueltas sobre mi querido caballito de cromomolio; hoy día olvidado en la bodega de la casa.
Los olores... a asfalto fresco, a gallineros, a cloacas, a humo, a desayuno casero; son olores que se percibían en la bicicleta. La moto ofrece olores nuevos: olor a fibra caliente, el olor de los motores calientes de los carros en carretera, el olor de Orotina o de San Carlos.
La bicicleta lo llevaba a uno a dar una vuelta de entre 50 y 90 km. En el terreno terriblemente quebrado de nuestro Valle Central eso es un esfuerzo admirable que ya seguramente no lograría. La moto lo lleva a uno a dar una vuelta de entre 150 y 300 km. La maravilla de agarrar la calle solo para ir a almorzar al parque de Ciduad Quesada, o para tirarse una birra en Playa Blanca.
La moto ofrece cosas que la bicicleta no daba. Era muy dificil sentir frío en la cleta, en la moto se siente con solo que no le pegue directamente el sol a uno. Se aprende el valor de jalar siempre uno o incluso dos abrigos. Las punzadas como alfileres de la lluvia sobre la cara a 90 km/h. El polvo, piedras y bichos de todo tipo que lo golpean a uno de frente en la cara. Y ese momento mágico en el que a 90 km/h... ya no se siente el viento, no se escucha nada más que el sonido del motor y en frente de uno se abre algún valle soleado, abierto, libre para ir hasta donde el cuerpo aguante. En ese momento lo único que puede sacarlo a uno del trance es algún animal en carro, camión u otro motociclista; pero si se tiene suerte no hay nadie cerca de uno y el momento muere con la aceleración del motor y la emoción de su conductor.
La moto para mí no es un vehículo de trabajo. No es para brincarse las presas de hora pico en San José (aunque sea muy útil en ese sentido). La moto es salida, una mente en blanco y una llave para conocer el país. Llegó en el momento justo... me salvó de la depresión de fin de año y me dió aire para arrancar el nuevo. Uno no es "la carrocería" como tanta gente lo pone; uno es en efecto un águila, con todos los sentidos estimulados, vista abierta, olores nuevos, viento en la cara, sol en la piel y camino al frente.
1 comentario:
hasta me dieron ganas de comprar una
aunque sea una scoter jeje
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