"El gigante de Luque se perfiló bien para la zurda, sacó un cañonazo capaz de espantar al pirata Morgan de la costa americana y venció al fenómeno de Medellín...
Buscando un dato del archivo nos topamos con un recuerdo: Paraguay 2-Colombia 1, que se jugó el 27 de agosto de 1989, por la eliminatoria del Mundial de Italia 90. ¿El gol del triunfo? Ése de Chilavert, de penal, al 92’. ¿El arquero vencido? René Higuita. Esta semana se cumplieron 20 años. Estábamos en el Defensores del Chaco. Veinte días después, Colombia le devolvió gentilezas en Barranquilla y terminó yendo al Mundial. Paraguay se quedó en casa.
Esa tarde vimos por última vez, frente a frente, a esos dos colosos del arco que marcaron época. Las dos personalidades más grandes que habitaron los tres palos en tiempos modernos. Uno por su arrolladora mentalidad ganadora, guerrera, rebelde. El otro por el desparpajo inigualable, la impronta genial, el coraje escénico. Uno, el rival odiable pero admirado, otro el artista que se quiere y respeta. De ellos observaron y aprendieron las nuevas generaciones la función del arquero moderno, el arquero-jugador, tan de moda hoy que es preciso jugar con los pies. Porque lo exige el reglamento y lo requiere el juego.
Los unía el puesto, la dimensión, y también una confesa empatía mutua. Es muy edificante cuando dos talentos se aprecian y muestran su química. Ambos tenían mucha cuerda por delante en aquel 1989. Estaban en esplendor.
El recuerdo de Chila y René nos llevó a pensar en la profundidad de los cambios que experimentó el fútbol, en lo comercial, profesional y el juego mismo. En esa profunda mutación, la del puesto de arquero es una las más asombrosas. El cuidapalos ya no es simplemente un señor de gorra que está “para evitar goles”. Su función se fue agigantando al punto de que ni siquiera cabe el término cuidapalos. Está para mucho más que eso. También es anacrónica la frase “bajo los tres palos”, dado que no es más su sitio de ubicación. Su hábitat hoy es toda el área. Y más allá Tanto varió todo que justamente en el único sitio donde no debe estar el golero es bajo los tres palos. Hoy, si se queda ahí, está mal.
Su participación cada vez más activa en el juego lo llevó a ser, verdaderamente, un defensor más, la onceava parte del equipo. Tan decisiva es su influencia que antiguamente, en el potrero, al arco iba el más bobo, hoy es preciso mandar al más vivo.
Para empezar, el arquero debe saber tapar, naturalmente. También debe dominar el juego aéreo. Es poco serio un golero que, por temor o incapacidad, quede a merced de los cabezazos rivales. Las exigencias reglamentarias le obligaron a jugar con los pies. Y aprendió a hacerlo. Una de sus nuevas responsabilidades es ordenar la defensa. Otra: entregar bien el balón, porque cuesta mucho recuperarlo. Antes, al sacar, el arquero daba tres o cuatro pasos y mandaba un chumbazo a cualquier parte, a dividir. Si le caía a un compañero, bien. Caso contrario, nadie protestaba. Cuando un arquero actual hace dos saques defectuosos, la tribuna salta: “¿Qué le pasa a éste muchacho...?”
Antaño, el uno ni siquiera efectuaba los saques de meta. Estaban a cargo de un zaguero pues, se sabía, remataba mejor.
El portero tiene hoy una misión primordial: saber salir sobre el atacante que llega con pelota dominada. Que fue el gran legado de Hugo Gatti a sus colegas del futuro. Anticipar la jugada, no impedir el gol sino evitar la situación de gol. Como Hugo no tenía reflejos ni volaba, tampoco un físico como para chocar, jugaba adelantado, cuando partía el pase en profundidad para el atacante, él anticipaba, daba dos pasos al frente y rechazaba con los pies o apoyaba al compañero más cercano.
La revolución más trascendente, no obstante, es la nueva versión del arquero-goleador, encarnada en René Higuita, el brasileño Rogério Ceni y José Luis Chilavert. Ningún futbolista de campo de Vélez Sarsfield, durante la trayectoria de Chila en ese club, marcó tantos goles como él.
No hay polémica posible: el puesto evolucionó, y el arquero moderno es muy superior al de ayer. Pregunta final: ¿cuántos puntos tendría Brasil en esta Eliminatoria si en lugar de Julio César taparan aquellos modestos guardametas de los 60 y los 70?"
La Nación. 30/08/09
No hay comentarios:
Publicar un comentario