Ok, a petición de varios fans, ha llegado la hora de reactivar mi blog, dados los acontecimiantos que se avecinan. ¿Y qué mejor manera de hacerlo si no es con una crítica constructiva?
Y es que este mes me ha tocado ponerle bonito a la manejada, meterle kilómetros al Jimny para asegurarme de que todo le funciona bien, de qué cosas ocupo para el viaje y qué cosas me sobran. Aprovecho entonces para conocer partes de Costa Rica que nunca había visitado, calibrar mis gastos contra mi presupuesto y otro poco de detalles logísticos que no vienen a caso en este artículo.
Lo que sí viene a caso, es sobre las actitudes de la gente que uno observa cuando visita un lugar. Es impresionante llegar a una catarata, mirador, playa o lo que sea, y observar como turistas locales y extranjeros por igual, no sueltan sus teléfonos y sus cámaras. Sacan fotos, más fotos, selfies, más selfies, más fotos, videos. Es interminable. Al tiempo que archivan digitalmente todos sus recuerdos, van de aquí para allá, de punto de interés a punto de interés, detrás de sus guías, deteniéndose únicamente cuando el guía así lo dice. Observando únicamente lo que el guía señala. Gente que camina hasta el fin del mundo por cuatro fotografías y se devuelve sin detenerse 5 minutos a observar a su alrededor.
Caminando hacia las cataratas de Nauyaca el fin de semana pasado, me detuve a escuchar el canto de las chicharras. Ensordecedor. Miles al mismo tiempo cantando desde todas las direcciones. Y de pronto aparecen tres muchachas caminando cual estampida de toros en Pamplona, con parlante portátil a todo volumen. No sólo es irrespetuoso hacia las otras personas que caminan por ahí, sino que se pierden de escuchar el bosque, eso que no se transmite en fotos ni videos.
Ok ok... es que hay gente a la que le gusta la fotografía. Fotógrafos aficionados que cargan su cámara semiprofesional a cuestas, con sus lentes, sus equipos de limpieza, quizás un trípode. No me refiero a este tipo de gente, que en la búsqueda de su arte se detienen por horas hasta encontrar el ángulo perfecto, con la luz perfecta, la fotografía única.
Tampoco digo que sea malo en sí mismo tomar fotos, ni siquiera si es la misma foto, en la misma postura, desde el mismo ángulo, que se sacan miles de turistas al año en cualquier punto famoso. Eso está bien, será un recuerdo que perdurará hasta que sus archivos se corrompan o sean incompatibles con la tecnología venidera. Y aceptémoslo, a todo el mundo le gusta sacarse la tal foto mística que le tomaron como que no se se diera cuenta.
Pero una vez que haya pasado el ataque de los selfies... guarde su teléfono. Respire profundo. Observe. Sienta. Tómese unos 5 a 10 minutos para registrar en su retina lo que la lente no va a poder capturar nunca. Y no sólo observe la dichosa catarata, atractivo principal del viaje. Observe a su alrededor, ¿qué paisaje se ve río abajo? ¿cómo es la vegetación? Y cuando haya saturado su vista con el paisaje, cierre los ojos y escuche. Escuche el agua, el viento, los pájaros. Sienta. ¿Hace calor o hace frío? ¿Hay brisa? ¿Hay humedad?
Y así, cuando regrese a su casa a mostrar las fotos a sus amigos, las mismas fotos que se pueden sacar de una búsqueda rápida de imágenes por google, ud podrá darles información adicional. Ud sí puede decirles que ud estuvo ahí. Y que disfrutó la experiencia.
Y bueno, es sólo una idea...
Para otras ideas del porqué los selfies están arruinando el turismo les dejo algo del Bussiness Insider
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