11 abril 2017

Frasco por Suramérica - 10 - De Yopal a Bogotá

Han pasado varios días ya. El dedo ya no está moreteado, pero caminar todavía es imposible. La manejada continúa hasta Bogotá y ahí afinqué varios días.

 De Yopal a Bogotá, pasando por Puerto Gaitán.

Día 1 - De Yopal a Puerto Gaitán

A Yopal llegué molido y a punto de oscurecer. También se trata ya de una ciudad de tamaño considerable. Sin la más remota idea de qué lugar sería bueno para buscar hotel, simplemente entré por cualquiera de todas las calles que dan al centro, con la suerte de que caí directo al parque central. Ahí... ¡Tas! Hotel. El precio estaba caro, pero ya estaba ahí y tenían un parqueo gratuito a cosa de 150 m así que me dejé llevar y me quedé ahí, pero sólo una noche porque realmente se salía de presupuesto.

Después de dejar lavando el carro y escribir la última entrada del blog, salí a buscar comida. Aquí ya estamos de vuelta en clima caliente. El centro de Yopal es perfectamente caminable de noche, los estaderos y restaurantes ponen sus sillas y mesas en las anchas aceras y la gente se toma las Poker debajo de la sombra de árboles sembrados en línea con el caño. En realidad fue una sorpresa muy agradable. Yopal es limpio también y tranquilo, uno se siente seguro caminando a cualquier hora. Incluso las multitud de motos se manejan de una manera mucho más civilizada a lo visto en Cartagena, La Guajira o Cesar.

Desde la mañana hasta entrada la noche, la gente en Yopal disfruta su café o cerveza sentado en la acera.

Propaganda de la GAULA (Grupos de acción unificada por la libertad personal) en contra de pago de extorsión y secuestros.

El día siguiente, con la urgencia de salir del hotel en el que estaba matando mi presupuesto y sin saber realmente qué hacer en la zona, tenía dos opciones. La primera era manejar por los llanos a Villavicencio y de ahí a Bogotá. La segunda era adentrarme más al llano hasta llegar al Río Meta y de ahí volver a Villavicencio y Bogotá. Hasta donde yo conozco, una vez que uno se adentra a los llanos del sureste colombiano, no hay manera de cruzar la cordillera a salir al suroeste y finalmente a la frontera con Ecuador sin devolverse hasta Bogotá, por lo que mi intención de no entrar a grandes ciudades no se iba a poder cumplir esta vez.

Decidí meterme al lado del Río Meta. Oh sacrosanto Internet me dijo que en ese río están los famosos delfines rosados de río que yo creía únicos del Río Amazonas. Internet también recomendaba dos puntos para conseguir la panga que lo lleve a uno al río, Puerto López y Puerto Gaitán. El camino era el mismo ya fuera para cualquiera de los dos lugares, siendo Puerto López 100 km más cercano que Puerto Gaitán. Así que una vez pasado Aguazul (Jeje me recordó a Aguas Zarcas, no pude evitarlo) se sigue con dirección a Villavicencia hasta Barranca de Upía y ahí se entra por camino de lastre hasta cruzar a Cabuyaro. Mi perfectamente limpio Jimny estaba asqueroso de polvo y barro para medio día.

Ahora sí estamos metidos en el llano. Si bien ya desde Yopal y Aguazul se ve el llano hacia el sur, los cerros están a distancia caminable. Pero una vez pasado Monterrey ya uno ve los cerros volverse celestes en el retrovisor. Sin darse cuenta cuando uno detiene el carro y vuelve a ver hacia atrás, ya no hay montañas que ver. Plano hasta donde llega la vista. Uno que otro monte bajo que lo deja a uno probar a ver si ve otra cosa que no sean campos de ganado o cultivos en el horizonte y nada. Si ud quiere sentirse insignificante en el universo, este es el tipo de lugares que lo logran. En aquella inmensidad de campos y más campos, no queda sino entender lo grande que es este mundo y lo pequeño que es Costa Rica.

Campos hasta donde llega la vista.

Y caminos de lastre en rectas interminables.

El ferry sobre el Río Meta.

Y después del Río Meta una calle de tierra con verdaderos cráteres.

En varios lugares del camino pregunté por dónde tenía que seguir. ¿Puerto López o Puerto Gaitán? El segundo era una hora más de viaje, pero todos los locales que consulté me dijeron que era mucho más bonito, así que agarré hacia allá. Ya cuando uno entronca con la ruta 40 es todo en asfalto, con campos de pasto, ganadería y cultivo de diferentes maderas a los lados. Después de los típicos pasos regulados llega uno por fin a Puerto Gaitán, ubicado al mérgen del Río Manacacías.

Ahí busqué hotelito con piscina para matar el calor, comí pastelillo de yuca en las ventas callejeras y fui a jugar pool. Al rato la gordita del pool (gordita es un decir, era como una vagoneta articulada) me echó los perros y huí espantado de vuelta al hotel. #alcaboqueestabajugandomalísimo

Día 2 - De Puerto Gaitán a Bogotá

Preguntando en el hotel me dieron la dirección de facebook de una gente que hace tours por el río a ver los dichosos delfines rosados. Cobran 100.000 COP (1US$ aprox 2850 COP) por cuatro personas y a partir de ahí cobran 20.000 COP por cada persona adicional. Desde luego yo no iba a pagar 100.000 por ir sólo, así que me dijeron que ellos me juntaban con algún grupo que fuera. A las diez de la mañana no habían respondido nada y entonces me fui al muelle a buscar por mi cuenta.

Siendo temporada baja, la cosa estaba jodida. Lo mejor que logré fue que un lanchero me llevara por 75.000. De Puerto Gaitán se sale por el Río Manacacías hasta el punto donde se junta con el Río Meta. Ahí en el río...

¡Delfines Rosados de Río en el Río Meta!

¡Más Delfines Rosados de Río en el Río Meta!

¡En serio sí los vi! Sólo que legal yo no me fajé con lo de fotografiarlos. Pero legal saltaban por todo lado, pringaban la panga con las colas, nadaban en grupos de 6 a 8. Y bueno, no son rosados rosados, son como grises desteñidos a rosado, unos más que otros. Son bien grandes, más grande que uno de fijo. Uds se los van a tener que imaginar, porque no les recomiendo hacer búsqueda de google porque sólo salen fotos de delfines encallados que no son nada yeah.

Finalmente a medio día, satisfecho de haber visto los míticos delfines de río, salí de Puerto Gaitán a Bogotá. Pero antes de seguir con eso, vale la pena anotar que ahí en el puerto se consigue transporte por el río hacia los pueblos río abajo, incluso hasta Puerto Carreño. La ruta 40 sigue el río pero no se en qué condición estará a partir de ahí. Legal suena como algo interesante para cualquier persona capaz de caminar más de 400 m sin dolor. Otra cosa que puede ser interesante es Caño Cristales, eso queda bastante más al sur que el Río Meta, pero la temporada es de Junio a Noviembre y el resto del año está cerrado así que no bajé hasta allá.

Ahora sí, de Puerto Gaitán a Bogotá son 306 km hasta donde iba yo. Son también como 50.000 COP en peajes. Desde Puerto Gaitán, pasando por Puerto López y hasta Villavicencio es todo plano con rectas largas por el llano. La entrada a Villavicencio ya es un caos vial. Esta es la frontera entre los llanos y la cordillera, una ciudad ya diría yo que grande, con una circunvalación a tres carriles por vía y pasos a desnivel. ¡Bienvenido de vuelta a la civilización!

De Villavicencio pasé de largo y no paré, y agarrando la carretera hacia Bogotá se arranca con un tunel de 4.5 km. No es el único. Se pasan por lo menos seis túneles en total en una carretera en trabajos de ampliación, completa con puentes impresionantes en medio de la montaña, pasos regulados (¡obvio!), manifestación pacífica contra la carretera de los habitantes de los pueblos locales (algo así como Esparza y Orotina cuando iban a abrir la 27), tres peajes, hundimientos por fallas geológicas, derrumbes y todo lo que una autopista moderna conlleva. Por lo menos una hora en total estuve detenido en medio de la montaña por las diferentes razones, pero finalmente, no más salir del último túnel... ¡Bogotá!

Uno de los túneles. La cámara decidió poner exposición larga sin avisarme.

La vista en medio de los cerros mientras esperaba que la manifestación nos dejara pasar.

Otro de los túneles. ¡Estúpida cámara!

Días 3 al 8 - Bogotá

Hay múltiples razones por las que no me gustan las ciudades grandes. La cantidad de gente y carros. El perderme en tanta calle, avenida, carrera, diagonal, entronque, etc. La sensación de que en el fondo todas las ciudades grandes son parecidas.

Pero Bogotá me sorprendió. Yo iba esperando encontrarme con un San José de 45 millones de habitantes, pero me encontré en cambio con una ciudad ordenada, fácilmente navegable, con transporte público eficiente, en general limpia y segura. ¡Y bueno! también tiene sus cosas. Tiene sus barrios feos, las presas son tan malas como las de la general cañas (los ticos a veces nos quejamos por lo que en realidad pasa en todo el mundo), la cantidad de motos pequeñas atravesándose por todo lado cuando uno maneja, la cantidad de ventas en los semáforos. Pero en general debo decir que Bogotá parece una ciudad decente en la que uno bien podría vivir.

Claramente yo soy un pésimo turista urbano, así que no esperen acá descripciones de museos, monumentos o parques. Sí pude ir a hacer mantenimiento ya de 5000 km de viaje al Jimny. También fui a ver al Millonarios perder miserablemente contra el Nacional al Campín, di un par de vueltas en el Transmilenio, intenté ir a caminar por el centro pero mi pie protestó enérgicamente y fue imposible.

Apoyando a los Millos con John... Perras que son esos Millos...

El Campín a reventar.

La presa del domingo a las 15:00. ¿De qué nos quejamos en CRC?

Los caballos de la policía montada. ¡Eso sí son animales bonitos!

La vista de Bogotá desde el Cerro de Guadalupe. Ciudad hasta donde da la vista.

Y bueno, fui al centro, pero mi pie me estaba matando, entonces me vi obligado a descansarlo.

Zipaquirá

Después de dos días de oír a Celia y John (mis hospitalarios anfitriones en Bogotá) insistiendo que tenía que ir a la Catedral de Sal sin que yo les diera bola, John por fin me dijo que era una catedral construída en una mina de sal abandonada.

Bueno, la mina no está abandonada, sino que la catedral tiene ingreso por túneles viejos que ya no están en uso y están separados de la mina que aún trabaja. Zipaquirá es un pueblo bonito, a unos veintitantos kilómetros de Bogotá. Y pues la Catedral de Sal es precisamente un templo católico dentro de los túneles viejos de la mina de sal. De verdad es impresionante, aunque ir un Domingo de Ramos significara que estaba lleno de turistas y el ingreso es bien caro (50.000 COP). Si van a ir, no paguen la Ruta del Minero a menos que nunca en su vida hayan usado un pico o no sepan lo que es estar en total oscuridad.

La mina de sal con los turistas, en su mayoría locales.

La Ruta del Minero sería tuanis si lo mandan a uno sólo. Con un grupo de 60 personas es un desmatiz.

El espejo de agua.

La Catedral de Sal.

Algo que no me gustó fue el tumulto de turistas tomándose selfies mientras se hacía la Misa de Domingo de Ramos.

John y Celia. ¡Muchas gracias por todas las atenciones!

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